La merienda, ese pedacito de algo que nos ayuda a aguantar la tarde hasta la cena. Ese ratito de medio descanso en el que nos deleitamos con un mordisquito de dulce o salado.
Desde que tenemos uso de razón, la merienda ha sido una parte imprescindible en nuestra infancia. ¿Os acordáis? Ese trozo de chocolate con pan recién horenado, ese bocata de mantequilla y cola cao, una increíble combinación de fiambres entre pan, un poco de fruta… ¿quién no lo ha probado?
Sin embargo, las generaciones venideras interpretan las meriendas de otra forma, repletos de opciones mayoritariamente dulces y envasadas en plásticos, llenas de colorantes, estabilizadores de sabores, grasas… Principalmente productos industriales que resultan tan adictivos que se convierten en desayuno rápido. ¿Dónde quedó la artesanía y selección de materias primas de calidad?
También nosotros, con las prisas y la falta de tiempo nos acomodamos y acabamos recurriendo a meriendas que no son buenas para nuestra salud (más todavía si llevas una vida sedentaria).
¡Hoy hacemos un llamamiento a recuperar la merienda de toda la vida! ¡Recuperemos el bocata! Ese increíble bocata de jamón y queso con aceite de oliva virgen extra, esa tostadita de pan con mortadela y tomate, un puñado de picos vegetales untando un increíble paté de olivas… ¿Te puedes resistir?
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